Excursión con raquetas de nieve Pfulwe

Impresionante panorama en el centro de la arena de montaña de Zermatt
Un cielo rosado nos promete un día maravilloso mientras subimos al tren que nos llevará a Zermatt, en Visp, a las seis y media. Con buen ánimo, esperamos con impaciencia la caminata de Blauherd a Pfulwe y de vuelta a Riffelalp.
En Zermatt, los presentes me sorprenden con la feliz noticia de que, como recién llegado, estoy «obligado» a escribir el informe del viaje. Sí, entonces aceptaré el hecho 😊.

No, no puede vendernos un billete de ida a Blauherd, nos explica la señora del mostrador. Tendríamos que comprar un billete de vuelta y tomar el ferrocarril de regreso desde Blauherd, ya que el camino a Riffelalp estaba cerrado. También aceptamos este hecho…
Afortunadamente, el polvo del Sáhara que en los últimos días ha envuelto a toda Suiza en una nube marrón se ha disipado. El sol brilla en nuestras caras, así que nuestras chaquetas, gorros y guantes desaparecen en nuestras mochilas poco después de partir hacia Fluhalp.

La nieve cruje bajo nuestras raquetas mientras las cinco chicas marchamos por el paisaje invernal detrás de Dominic. Paisaje invernal es un poco exagerado. El polvo del Sáhara ha acabado con las últimas nieves del lado soleado y tenemos la sensación de que las primeras marmotas podrían salir de sus agujeros en cualquier momento. En cambio, unos cuantos rebecos se paran en las colinas y nos miran, hipnotizados, como si pensaran: «En invierno también nos vendrían bien unas raquetas como éstas».
A paso tranquilo, alcanzamos la cumbre del Pfulwe, a 3.314 metros. El panorama que se nos presenta es increíble: Además del Cervino, que nos ha acompañado durante todo el día, disfrutamos del Rimpfischhorn, el Täschhorn, el Allalin, el macizo del Monte Rosa, el Weisshorn y el Dent Blanche, por citar sólo algunos. Es una pena que no podamos ver el Bietschhorn desde aquí 😉.




Tras un breve descanso, emprendimos el descenso por la misma ruta. El sol que nos sonrió por la mañana también ha sonreído a la nieve. El suelo es ahora tan blando que, a pesar de nuestras raquetas, seguimos hundiéndonos o aterrizando boca abajo. Dejaré por ahora la descripción exacta de cómo nos desenterramos de nuevo. En cualquier caso, hay mucho de lo que reírnos a la vuelta.
Una refrescante cerveza nos espera en el restaurante Fluhalp y, para ser sinceros, todos nos alegramos de que la señora nos haya vendido un billete de vuelta esta mañana para que podamos tomar el tren de vuelta a Zermatt desde Blauherd en lugar de hacer senderismo hasta Riffelalp.
Dominic, Carla, Angela, Bettina y Gaby: Gracias por un día maravilloso. Era la primera vez que viajaba con ustedes, pero sin duda no será la última.
Annemarie